Por: Marcos Daniel Arias Novelo, Analista Económico en Grupo Financiero Monex
La crisis generada por el Covid-19 es un evento de proporciones colosales que ha dejado su huella en prácticamente cualquier aspecto de la cotidianidad económica. A nivel global se estima que se han perdido el equivalente a 400 millones de empleos de tiempo completo y las pérdidas derivadas de la interrupción de actividades a partir de marzo se calculan en 7 billones de dólares, que es el equivalente a más de 5 veces el valor del Producto Interno Bruto mexicano. Es un tsunami que azota a la economía. Sin embargo, para beneficio de, por lo menos, 3 millones de hogares mexicanos hay un resquicio de seguridad en medio de la debacle: las remesas familiares.
Remesas y su impacto en México
México es el tercer mayor receptor de remesas en el mundo solo detrás de China e India, países con una población que nos supera en más de mil millones de habitantes, por lo que la hazaña de nuestros emigrantes no es poca cosa. Casi el 95% de los envíos de dinero a nuestro país provienen de Estados Unidos y en su mayoría tienen el propósito de apoyar las necesidades básicas de la economía familiar, sobre todo en las regiones más marginadas. Incluso en algunos estados las remesas llegan a ser una de las principales fuentes de ingreso, tal es el caso de Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Zacatecas en donde dichos recursos aportan más del 10% del PIB estatal.
A partir de la coyuntura, es lógico pensar que, si de un mes para otro en el país vecino perdieron su trabajo 20 millones de personas, las remesas serían las primeras en verse afectadas. Nada más alejado de la realidad. El desempeño de este indicador económico ha sido tan bueno que de los 11 meses de 2020 de los que tenemos registro hasta ahora, solo en abril el monto total de los recursos enviados ha sido menor (-2.6%) que en 2019 y si tomamos en cuenta todo el periodo, el crecimiento acumulado en el año ha sido de 11.4%, que es más de lo que se creció el año pasado.
Contra toda lógica, el mes de marzo de 2020 -cuando se inició formalmente con el confinamiento en Norteamérica- rompió el récord de envío de remesas al registrar una tasa de crecimiento de 35% anual y un monto total de $4,007 millones de dólares. Aterrizado a nuestro contexto, ello implica que cada receptor del dinero obtuvo un promedio de $8,306 pesos, cuando tradicionalmente se recibían cerca de $6,000 antes de la pandemia. Además de marzo, junio y septiembre también han sorprendido por la fortaleza de los envíos, pues, aunque son meses en los que las remesas tienden a descender, en 2020 se mantuvieron constantes en alrededor de $3,500 millones de dólares.
Detrás de esta tendencia podría haber varios factores, pero los principales parecen estar relacionados con el incentivo que ha significado la depreciación del tipo de cambio frente a los niveles de inicio de año y los estímulos masivos que Estados Unidos distribuyó de manera significativa.
Más allá de ello, la explicación parece trascender la lógica económica, pues los envíos de remesas a casi cualquier otro país de América Latina y el Caribe tuvieron caídas de entre el 20 y el 40% durante los meses más intensos del confinamiento. De esta manera, aunque se aprecia como uno de esos fenómenos atípicos que solo pueden suceder en 2020, la fortaleza de las remesas en nuestro país ha llegado a convertirse en un símbolo de la solidaridad ante las adversidades.
Estados con mayor crecimiento
Así, es probable que hayamos cerrado el año con un monto acumulado superior a los $40 mil millones de dólares y una tendencia positiva de cara a 2021. Baja California, la Ciudad de México y Jalisco se perfilan como los estados más beneficiados con crecimientos anuales de 26, 17 y 12%. Hacia adelante la victoria del Partido Demócrata genera esperanzas de una política más amigable hacia la inmigración y de que se puedan aprobar nuevos estímulos fiscales en el corto plazo, con lo que las remesas se mantendrán como uno de los apoyos fundamentales de la economía mexicana.