¿PROYECCIÓN ECONÓMICA DECRECIENTE EN CULTURA DEPORTIVA?

Hace algunas semanas, cinco jugadoras de la Selección Estadounidense de Fútbol causaron controversia al presentar una demanda federal por disparidad en salarios en comparación con sus contrapartes del representativo varonil. Su argumento: un salario cuatro veces menor a pesar de generar casi $20 millones de dólares más. Esta acusación se dio justo después de que la selección femenil estadounidense ganara el Mundial por tercera ocasión (en sus siete ediciones) y romper el récord de televidentes para un partido de fútbol en ese país (incluyendo, obviamente, los partidos del combinado masculino). ¿Es éste un problema generalizado en los deportes, o es sólo un caso aislado? Analicemos.

En el Tour de la PGA, la Asociación Profesional de Golf en Estados Unidos, el total de premios ronda en los $350 millones de dólares al año, mientras que su contraparte femenil, la LPGA, apenas supera los $60 millones. De hecho, el jugador con más ganancias en el 2015, recibió más de $12 millones, lo cual representa casi el 20% del total de la LPGA. Mientras tanto, el Players Championship, el torneo con la mayor bolsa dentro de la PGA que se jugó hace algunos días, repartió $10.5 millones. ¿Es esto producto de una diferencia en generación de ingresos? En este caso, parece serlo. En el 2013, el último año para el cual los reportes financieros de ambas asociaciones están disponibles, la PGA generó $1,075 millones de dólares, mientras que la LPGA sólo se adjudicó $103 millones. La pregunta aquí sería, ¿es esta abismal diferencia efecto del desinterés de la gente por el golf femenino? ¿O la falta de difusión es lo que lo ha causado? ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?

En el Tennis, la diferencia no es tan marcada. De hecho, desde el 2007 los cuatro Grand Slams (Australian Open, Roland Garros, U.S. Open y Wimbledon) reparten lo mismo en el circuito varonil y femenil. Sin embargo, a excepción de algunos torneos más, la disparidad aún existe. En promedio, la mujer gana 80 centavos por cada dólar que el hombre recibe (lo cual se asemeja a la disparidad existente en el mercado laboral estadounidense). Si incluimos patrocinios, la diferencia se incrementa.

Por último, está el caso del básquetbol, donde las diferencias son alarmantes. La liga profesional femenil de los Estados Unidos, la WNBA, fijó el salario mínimo para sus jugadoras en poco menos de $40,000 dólares y el máximo en casi $110,000. Comparado con los equivalentes en la NBA, $525,000 y $16 millones, respectivamente, resulta que el basquetbolista peor pagado gana casi cinco veces más que la peor pagada.

Sin duda, hay una desigualdad salarial marcada en los deportes. En unos más, en otros menos, pero el atleta varón casi sin excepción tiene mejor proyección económica que su contraparte. ¿Es esto producto de un simple tema de oferta y demanda, o es reflejo de una cultura deportiva que puede caer en lo machista?

Suscríbete a nuestro newsletter

* indicates required
Share the Post:

Related Posts