Era otro día frío como la tradición londinense. La verdad es que estoy acostumbrada a eso y más porque ser paramédica me expone a este clima y otros riesgos, como los asaltos que sufrí hace más de un año mientras atendía a unos pacientes que claramente tenían otra agenda.
Total que fui a auxiliar a un anciano que se había caído en la calle. Recuerdo que llegué a revisarlo mientras lo abrigaba y solicitaba una ambulancia. Un día que parecía de rutina hasta que un joven apuesto pasó caminando al lado nuestro y nos saludó mientras se subía a su carro.
Todavía sin creerlo le dije a mi paciente que ese joven era nada más y nada menos que David Beckham. Lo dudé, ambos lo dudamos. Para empezar, ¿que probabilidad había que un famoso estuviera caminando por nuestros rumbos y se tomara el tiempo de saludarnos?
¿Acaso los famosos no tienen muchas cosas en qué estar pensando como para saludar a un anciano y a una paramédica? Si ni los mortales como nosotros lo hacemos, pasamos de lado sin saludar como si nadie existiera.
A veces pienso que nos tomamos muy en serio eso que nos decían de niños de “no hablar con extraños”. Pero en fin, mi profesión de ayuda casi anónima no me permite esperar el reconocimiento de la gente, por lo general un saludo o un “gracias” es mucho pedir.
Definitivamente no creí que fuera él. Porque están los futbolistas famosos y está Beckham, quien no solo es una leyenda del futbol por su historia en la cancha y por su apariencia que lo llevó a ser elegido en 2015 como el hombre más sexy del planeta, también es una persona muy respetada en el mundo por su trabajo humanitario con la UNICEF.
Como futbolista fue excepcional, su paso triunfador por el Manchester United, Real Madrid, AC Milan, Paris Saint-German y Los Angeles Galaxy, le permitió ganarse el respeto de Inglaterra, Europa y de paso todo el mundo. Así se forjó una reputación envidiable que ha ido expandiendo con todo lo que hace.
Se dedica a ser leyenda mientras presta su imagen para muchas campañas publicitarias para marcas como Armani y Adidas entre muchas otras… ¡Hasta se ha animado a crear su propia ropa y fragancias! Súmale que está casado con una Spice Girl y tiene hijos de película… En fin, se dedica a todo esto y claro que yo pensaba que ni de chiste era él.
De Beckham me acuerdo hasta los peinados. En especial aquel del 2002 cuando se hizo una moja al estilo mohicano. Llamó tanto la atención que su entrenador lo obligó a raparse, demasiado tarde porque todo el mundo le había ya copiado el peculiar peinado. Beckham impuso muchas modas.
Por fin me había convencido a mi misma que definitivamente no había sido Beckham cuando para mi inestabilidad momentánea lo vi acercarse de forma clara y contundente. Mi paciente y yo lo vimos. Nos quedamos como mudos, como regresando a la misma duda de la cual ya habíamos salido: ¿en realidad es David Beckham? ¿De verdad va a venir a saludarnos, otra vez? ¿Qué trae en las manos y por qué no para de sonreír?
Se acercaba caminando con la seguridad de alguien que ha conquistado el respeto del mundo. Llegó con su sonrisa de revista a saludarnos en persona preguntándonos qué había pasado y si estábamos bien mientras humilde nos entregaba un café y un té que había comprado para nosotros.
Su sencillez y elegancia le alcanzó incluso para una foto y asegurarse que su presencia nos había inyectado de ánimos. De ánimos y fe en esta humanidad. Porque ese gesto de Beckham me recordó que aún hay gente con un corazón más grande que su fama. Gente tan grande que no cabe en una definición de diccionario, leyendas que no caben en ninguna camiseta, así como Beckham.
Ojalá que todos los famosos fueran como él, que se ganó a pulso el cariño y el respeto de la gente en todo lo que hace. Y si antes lo admiraba ahora te juro que me faltan las palabras. Y es que, la verdad hoy en día cualquiera llega a la fama: basta con estar bonita y usar poca ropa para ser “influencer” (así como les dicen ahora).
Pero no, así no se vale. Si se van a ganar la fama que sea por una trayectoria llena de éxitos de esos que inspiran a ser imitados. Si se van a volver famosos que sea porque su historia siempre genera una influencia positiva en la nuestra y que su humildad siempre les impida perder el piso, así como Beckham.
Y nosotros, los mortales, si le vamos a copiar algo a los famosos, que sea algún acto de bondad como el de aquel frío día londinense.