NUNCA DEJES DE APRENDER

PARA CRECER Y MADURAR, YA SEA DE MANERA PERSONAL O PROFESIONAL, A VECES ES NECESARIO ELEGIR EL CAMINO DIFÍCIL O POCO CONVENCIONAL.

El nombre de Carmelo Rodero en la actualidad evoca la imagen de un buen vino, pero representa también la historia de alguien ordinario que se decidió a emprender e innovar para transformar.Fue él quien en un “Café con Líderes” me narró esta historia de éxito que hoy comparto.

Tradición de Familia

Cinco generaciones cosechando vino en la región de Rivera del Duero en España, una de las más reconocidas y cotizadas en el mundo por su calidad, hablan claramente de una tradición de familia. Las primeras cuatro cultivaban la vid en una pequeña parcela de un par de decenas de hectáreas, pero fue la quinta la que se convirtió en proveedora de una de las casas de vinos más reconocidas del mundo: Vega Sicilia.

“A los catorce años, mi padre que quería darme una educación que él no había tenido, me mandó a un internado, del cual me escapé y regresé a casa; al verme se enfadó y me dijo que tendría que regresar a la escuela para el día de mañana llegar a ser alguien, pero yo le dije que si él insistía, la próxima vez me escaparía y no regresaría ni a casa”, platicó Carmelo. Nunca fue a la escuela, ni a la universidad ni a ningún estudio especializado; todo lo aprendió del campo y de la vida.

Su padre lo puso a trabajar duro en la jornada diaria, pensando que así lo disuadiría de su idea y se decidiera a estudiar. Pronto Carmelo descubrió que utilizando la “paja”, que generaba el cuidado de los viñedos, se podía vender como abono a los vecinos. Buscó a un amigo de la familia para comprar una máquina para levantarla pero como no tenía con qué pagarla, negoció su primer crédito, que liquidaría con el producto de la misma.

Años más tarde, Carmelo compró su propia tierra para cosechar uva utilizando la misma cepa de la que su familia había recolectado por más de 80 años, con la idea de darle su nombre a la casa y al vino.

Rompiendo paradigmas

“La uva tiene que sufrir un poco para sacar lo mejor de ella misma”, comentó durante nuestra conversación. Esto me llevó a pensar que esta frase aplica para la vida de cualquiera de nosotros; los hijos no deberían ser educados para vivir en la opulencia, la cultura del mínimo esfuerzo, de la indisciplina, la falta de respeto, la ausencia de valores; porque eso sería limitar el verdadero potencial de la juventud.

¡Salud y a buscar la excelencia!

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