POR: Rodrigo Garrido, Director de Consultoría CDMX, Sintec Consulting
¿Cuántas llamadas, correos electrónicos, reportes y juntas podemos atender en 24 horas? ¿Han notado que, aunque en teoría tenemos herramientas que nos permiten trabajar de manera más eficiente, hoy en día pasamos mucho más tiempo en la oficina y sentimos que no nos alcanza el tiempo?, ¿a dónde se va el tiempo que supuestamente ahorramos?
Si bien hay excepciones, en mi experiencia la respuesta más acertada a estas preguntas es que se pierde mucho tiempo en actividades de poco valor por causa, en la mayoría de los casos, por malos hábitos profesionales.
Si queremos cambiar esto es necesario revisar las áreas de oportunidad que podemos encontrar en dos enfoques: el personal y el organizacional.
Todo empieza con un hábito
Si ya tomamos la decisión de cambiar nuestros malos hábitos, lo segundo que tenemos que hacer es identificar cuáles son aquellas actividades o acciones que no están generando valor en nuestra vida.
Charles Duhigg y Mike Chamberlain describen en The Power of Habit como un hábito puede dividirse en tres partes: un disparador (trigger), una acción y una recompensa.
Si buscamos cambiar un hábito negativo, simplemente tenemos que identificar cada uno de estos componentes, mantener el disparador o la recompensa y cambiar la acción.
Lo mismo aplica para acciones que nos hacen perder tiempo o ser improductivos, por ejemplo, ver el celular constantemente, responder mensajes que interrumpen las tareas que pueden ser de más valor.
Basta con identificar los disparadores y sus recompensas, buscar mantenerlos y sustituir las acciones negativas por unas positivas.
Otro concepto complementario es imaginar a la fuerza de voluntad como una batería que se recarga mientras dormimos y que se va descargando durante el día con cada decisión que tomamos. Los hábitos, por realizarse en automático, no descargan esta batería, ya que no implican una decisión.
Por ello, entre más hábitos productivos tengamos, más fuerza de voluntad tendremos disponible para afrontar retos nuevos y tomar decisiones relevantes.
¿Cómo incorporamos los hábitos productivos en una organización?
Para lograr tener una cultura organizacional que fomente los hábitos productivos en nuestros colaboradores se deben incentivar y reconocer a través de toda la organización, permeándose desde la dirección general.
Esto implica tener una alineación del tipo de metas que se establecen, las motivaciones que se inculcan en los colaboradores, las herramientas y metodologías que se implementan, el tipo de gente que se contrata, etc. Es decir, generar un ADN enfocado a la productividad.
Es muy común que las empresas caigan en situaciones que no fomentan la productividad. Existen compañías más enfocadas en la cantidad de tiempo que los empleados pasan en la empresa y no en el cumplimiento de objetivos y metas. Este tipo de empresas debe replantearse cuáles son las motivaciones que están inspirando en sus empleados.
Por otro lado, existen organizaciones que han logrado generar una cultura realmente enfocada al cliente y que han establecido las metodologías para asegurar una consecución ágil de los objetivos. Todo esto lo han habilitado asegurándose de tener al personal adecuado, contratando acertadamente y desarrollando el talento en la organización.
El camino hacia la productividad comienza con la decisión de hacerlo e iniciar con nosotros mismos. Hoy es un excelente día para empezar. ¿A ti qué hábitos te gustaría cambiar?