LOS NOMBRES Y APELLIDOS QUE FUERON IGNORADOS

Hace un tiempo me cité con Inés González, fundadora de Mundo Consciente, que da asesorías legales a emprendedoras y empresarias, desde un enfoque humanístico. Acordamos la reunión porque estaba en el proceso de concluir el registro de varias cosas que he hecho. En lo que esperaba su llegada, de casualidad una chica que estaba sentada en la mesa detrás de mí le contaba amargamente a un chico cómo alguien había robado su marca y su idea, después de que ella lo compartió en una entrevista que publicaron en una revista. ¡Qué pesadilla! Esa coincidencia me dejó muy en claro la relevancia de reunirme con Inés.

Actualmente las mujeres gozamos de derechos que antes nos fueron negados. Contamos con ellos y si no nos documentamos, podríamos pensar que siempre han estado ahí. Sin embargo, aún no es una realidad la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres. De aquellos en los que sí estamos en igualdad vale la pena no sólo conocerlos sino ejercerlos. Uno de ellos es el derecho a registrar conocimiento o autoría.

¿Sabías que mucho de lo que ha sido la base para el mundo en el que vivimos fue formulado por mujeres, pero no quedó registrado bajo su nombre porque no tenían ese derecho? ¿O que utilizaban nombres de hombres para registrar sus aportaciones, ya que sólo a ellos se les reconocía como autoridades legítimas de conocimiento?

Muchas de las invenciones y obras de mujeres fueron registrados bajo el nombre de sus padres, sus hermanos o maridos. Cuando aquello fue cambiando y ellas podían registrar conocimiento, muchas de sus aportaciones fueron expropiadas por sus parejas. Algunas ni siquiera se plantearon la posibilidad de registrarlo.

Aquí te presento algunos de esos casos, esto con la intención de aprender la lección de la importancia de registrar lo que hacemos, creamos, formulamos, de manera individual o en colaboración con más personas.

Un grupo de seis mujeres matemáticas crearon los programas para la primera computadora multipropósitos. Sus nombres no son conocidos, cada vez que escribas en una computadora, escuches música desde ella o sumes alguna cantidad en tu celular, recuerda que estás usando herramientas que tal vez nunca hubieran existido si no fueran por el trabajo y la investigación de mujeres. Si bien estuvieron presentes en las fotos del lanzamiento de la computadora, no fueron nombradas.

Mileva Maric fue una matemática serbia cuyas aportaciones fueron indispensables para formular la teoría de la relatividad. Su contribución no había sido reconocida hasta 1990, cuando se dan a conocer cartas donde Albert Einstein habla varias veces sobre “nuestras investigaciones” (de él y Mileva).

Bertha Benz probó el automóvil diseñado por Carl Benz. Tras utilizarlo dijo que éste no servía y que debía hacerle varias modificaciones. Ella fue clave para el desarrollo técnico del automóvil. Algunas de sus recomendaciones fueron la introducción de un engranaje adicional para subir colinas y forros de cuero para mejorar la potencia del freno. Su viaje le probó a la naciente industria automotriz que los paseos de prueba eran esenciales para el progreso del negocio.

Camille Claudel, fue una gran escultora, a quien por su relación amorosa, se le vinculaba con Auguste Rodin. Muchas de sus obras se le adjudicaron a él. Si era tan buena no podía ser de una mujer, así que seguro eran de Auguste.

María Izquierdo pintora mexicana de talla internacional, quien lamentablemente sufrió una embolia y una hemiplejia que le impidieron seguir pintando como lo hacía. Su pareja, el artista chileno Raúl Uribe, comenzó a pintar utilizando el nombre de Izquierdo, imitándola y haciendo a partir de la obra de María un negocio para él. Esta historia te ha de sonar similar al caso utilizado para hacer la película “Big eyes”, inspirado en la historia de la artista estadounidense Margaret Keane.

Registrar legalmente no es sólo una cuestión de protegerte a ti y tus aportaciones. Es también muy importante para contribuir a que las mujeres seamos percibidas como figuras de autoridad y conocimiento. El mundo lo co-creamos y merecemos que se nos dé crédito por ello.