LA OTRA MITAD
Actualmente en México sólo el 18% de los alumnos en edad de estudios universitarios tienen oportunidad de estudiar. De los graduados, más del 50% son mujeres. Esto desde hace más de 10 años. Sin embargo, esta proporción no se traslada a la ocupación de los puestos gerenciales y directivos en el país. Solamente el 26% de los funcionaros y directivos son puestos ocupados por mujeres.
México es un país plagado de contrastes. Con la mayor de las riquezas y la más desgarradora de las pobrezas. Con paisajes llenos de eco-diversidad y otros destruidos por nuestra mancha urbana. De la luz brillante que cruza nuestro país de océano a océano y las sombras que nos sofocan ante la corrupción y la inseguridad. Las mujeres también somos un contraste: ejes familiares, pero con roles periféricos; fuertes para arropar y proteger a los hijos, pero “frágiles” para ser protegidas por nuestras parejas.
De acuerdo al Foro Económico Mundial que lleva la medición de la Brecha de Género a nivel mundial desde el 2006, México ocupa el lugar 126 de 145 en el Índice de Participación Económica de las Mujeres. No existe ningún país latinoamericano, norteamericano o europeo por debajo de nosotros. Ninguno. Del mismo estudio, en la lista de los países donde se ofrece el acceso a la educación sin importar género, sólo 4 están por debajo de México en participación económica de sus mujeres. Todos ellos, de denominación musulmana.
Sin embargo, y paradójicamente, México gradúa más mujeres que hombres de sus universidades y de sus posgrados. ¿Dónde está todo ese potencial? El Foro Económico Mundial estima que cerrar la brecha de género en participación económica podría traer un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). También muestra que las inversiones como las que hace México en la educación de sus ciudadanas, sin ampliar el acceso a oportunidades de trabajo para éstas puede llegar a costar a una región hasta 46 mil millones de dólares al año.
¿Qué nos detiene? Las razones de fondo no son estructurales sino de cultura. No existen esquemas ni reformas suficientes que valgan si el rol de la mujer dentro de nuestro país, tanto dentro de casa como fuera de ella, sigue plagada de estereotipos y juicios. Tenemos que combatir estos prejuicios, tanto hombres como mujeres, de lo que representa una mujer que llega alto en el mundo laboral. Alentar y promover a las mujeres que tienen posibilidades a seguir, guiar y fomentar que existan más. En México, hoy más que nunca, no nos podemos dar el lujo de dejar el talento de lado.