“¡Avándaro, el infierno!”, se leía en la prensa mexicana en 1971, después de que uno de los primeros festivales masivos al aire libre en el país se realizara cerca de Valle de Bravo. Previo a este denominado festival de Rock y Ruedas de Avándaro, se habían suscitado hechos como la masacre de Tlatelolco y el Halconazo, por lo que la mayoría de los jóvenes estudiantes de esa época lo vieron como una forma de manifestarse contra el Gobierno y las fuerzas armadas del país.
Hoy en día, los festivales al aire libre difieren mucho de lo que alguna vez fue Avándaro en México, Woodstock en Estados Unidos y Glastonbury en Reino Unido. Más de 40 años después, éstos han dejado de ser sólo una forma de entretenimiento y manifestación en contra del Estado y se han convertido en una de las industrias más redituables económicamente.
Entre las décadas de 1960 y 1970, artistas de la talla de Bob Dylan, Rolling Stones y Paul McCartney encabezaban los carteles, incluso a pesar de que en múltiples ocasiones ni siquiera había un costo por la entrada. Hoy en día, los promotores de eventos, patrocinadores, representantes de bandas, entre otros, han logrado ponerle un precio —bastante alto— a la experiencia que aporta un festival. Uno de los más exitosos y aclamados por las celebridades es el Coachella Valley Music & Arts, realizado en Indio, California. El costo de un boleto es de 399 dólares en el área general y el VIP asciende a 899 dólares, que ronda los 18 mil pesos; sin embargo, la experiencia que ofrece lo ha llevado a romper el record global de festivales en su edición 2015, al vender un total de 198 mil entradas y recolectando 84.3 millones de dólares. Hace 15 años atraía aproximadamente a 1,500 personas.
MÁS MILLENIALS, MÁS FESTIVALES
El rumbo por el que se han dirigido estos eventos musicales ha sido, principalmente, gracias a la controversial generación Y, quienes definitivamente han cambiado drásticamente sus hábitos de consumo. De acuerdo a un estudio publicado por Eventbrite, éstos tienen una mayor preferencia por experiencias que por bienes materiales y están dispuestos a gastar más por ellas.
Ya sea que asistan a conciertos, festivales y eventos culturales o sociales, los millennials se han caracterizado por ser una de las generaciones menos materialistas de los últimos años. De acuerdo al estudio, 3 de 4 (78%) elegirían gastar su dinero en una experiencia agradable y única. Ocho de cada 10 han asistido o participado en una variedad de eventos en vivo en el último año, que van desde fiestas, conciertos, festivales, carreras y deportes; incluso un 72% afirmó que les gustaría incrementar aún más el dinero que invierten en este tipo de actividades, en lugar de comprar mercancía.
Además de Coachella, existe una amplia gama de opciones en Estados Unidos para los amantes de los festivales; Bonnaroo, Austin City Limits, Lollapalooza, entre otros, encabezan la lista de aquellos con mayor número de asistentes, los cuales no sólo llegan de otras ciudades del país norteamericano, también están aquellos melómanos extranjeros que atraviesan fronteras para asistir exclusivamente al evento. Estas personas no pagan únicamente el costo de la entrada, también invierten en comida, bebidas, hospedaje y transportación, lo que hace que aumente el flujo económico de la ciudad en particular donde el festival se lleva a cabo.
MACHACA
Actualmente, en nuestro estado los festivales de música se han convertido en una industria importante. A pesar de que en otras ciudades de México se cuenta con una oferta excepcional —como el Corona Capital y el Vive Latino—, la Sultana del Norte es, definitivamente, una de las pioneras; se ha convertido, además, en la sede de algunos de los eventos más importantes en Latinoamérica.
Todo comenzó con el Hellow Festival 2008, considerado el primero a gran escala realizado en el norte del país; de ahí surgieron otros como Pa’l Norte, Machaca Fest, Live Out y Wish Outdoor. El Pa’l Norte puede llegar a alcanzar un total de 150 mil asistentes, de los cuales aproximadamente un 25% es de otra parte de la república, provocando una derrama económica en Nuevo León superior a los 125 millones de pesos.
Por su parte, en su edición 2016, el Festival Machaca logró una afluencia de 81 mil personas, de las cuales 9 mil 500 fueron provenientes de otros estados del país. “Los festivales, y en especial el Machaca, son como un escaparate para todo México, que impulsa a que vengan a conocer; es como una excusa venir al festival”, destacó Ismael Montoya, productor y promotor del Machaca y Wish Outdoor.
Además de poner en el mapa a nuestra ciudad e impulsar el sector económico y turístico, los festivales de música también logran promover otro tipo de causas como el apoyo a muy buenos artistas latinos y mexicanos, no sólo extranjeros. “El Machaca es un festival 100% latinoamericano, impulsamos bastante a bandas nuevas que están en desarrollo originarias de Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Paraguay y, obviamente, México”, afirmó Ismael.
FESTIVAL DE LA CERVEZA
Con el paso de los años, los festivales de música han mantenido su protagonismo, pero han dado la bienvenida a otros grandes conceptos que han tenido gran aceptación por parte de los regiomontanos, sobre todo de los millennials, considerados como una generación de foodies, amantes del buen comer, beber y de los espacios al aire libre.
Un buen ejemplo es el Festival de la Cerveza, organizado por Beto Herrera, que en su última edición superó un total de 20 mil asistentes regiomontanos y de otras partes de la república. De acuerdo a Beto, su gran éxito se debe principalmente a que en esta región norteña la gente es muy cervercera y siempre está buscando cosas nuevas.
Además de abrir un espacio de entretenimiento para los regios, el Festival de la Cerveza también impulsa a emprendedores a hacer crecer sus empresas y a generar una industria, de cervezas artesanales, que prácticamente era inexistente hace algunos años.
“Antes de este festival, habían aproximadamente tres casas productoras de ‘cheve’. Actualmente en la ciudad hay unas 20 o 25; muchas de ellas ya crecieron el doble o triple y generaron flujo suficiente para hacer expansiones significativas en sus plantas”, destaca Herrera. “En cuanto a cerveza artesanal estábamos muy rezagados, no había tanta apertura; a partir de la primera edición, empezaron a salir todos esos pequeños proyectos que estaban en el sótano de casas y ahora han visto la luz”.
FOOD TRUCK FEST
Algo similar ocurre con la tendencia de los foodtrucks, que comenzaron como un proyecto pequeño y paulatinamente han ido multiplicándose y posicionándose en diferentes puntos de la ciudad; Luis Enrique Mendoza, organizador y promotor del Food Truck Fest Monterrey, decidió juntar a los mejores dentro de un sólo lugar y ofrecer los platillos más innovadores, evento que definitivamente impulsa la “gastronomía rodante” en nuestro estado.
“El Food Truck Fest es un escaparate para los mejores foodtrucks o los mejores chefs de comida ‘gourmet urbana’, porque les permite tener un lugar para exponer sus platillos a otro tipo de clientes”, afirma Luis Enrique. “A la hora de ponerlos en una vitrina, donde va gente de todo el estado e incluso personas de otras ciudades cercanas como Saltillo, Torreón, Victoria, etcétera, se abre la puerta para dar a conocer su comida”.
Este festival, además, busca crear una experiencia integral y reúne diferentes factores que los regiomontanos aman: música, cerveza y comida deliciosa, aunado a que es de los pocos totalmente familiares y pet-friendly.
Su primera edición tuvo 8 mil asistentes, mientras que el segundo alcanzó entre 13 mil y 15 mil personas; en cuanto a foodtrucks, se hace una selección de aquellos que tengan propuestas más innovadoras y con un alto valor gastronómico, por lo que de los 70 que existen en la ciudad, se ofrecen los 30 mejores.
CIELO MÁGICO
El festival Cielo Mágico, organizado por Daniela Garza, es otra de las innovadoras opciones que se añaden a la lista de eventos masivos, responsables de atraer a un gran número de turistas. El reto fue grande y el riesgo lo fue aún mayor, pues se trató de un concepto totalmente nuevo en la ciudad. “La gente fue muy escéptica sobre este tema, varias personas me recomendaron no hacerlo pues no era factible volar los globos sobre la zona de Santiago”, destaca Daniela.
Después de contactar a expertos en la materia, provenientes de Albuquerque, y realizar pruebas con cinco globos, Daniela logró ver la factibilidad de realizar el evento en Nuevo León y se dio cuenta de que el municipio de Santiago era un área excepcional para llevarlo a cabo, por lo que “lanzó” en su primera edición 18 globos que atrajeron a más de 25 mil personas, a pesar de contar con condiciones climatológicas bastante complicadas.
“Los regiomontanos estamos buscando cada vez más cosas que nos inspiren, que nos transporten a diferentes experiencias, abran nuestra creatividad y sean espacios para la convivencia con nuestra familia y amistades, definitivamente creo que Cielo Mágico ha sido una plataforma para lograr esto”.
Sea cual sea el motivo por el que los regiomontanos asisten a los festivales, sin duda representan una actividad de suma importancia para el estado; crean más empleos, construyen mejores relaciones sociales entre los habitantes, impulsan el turismo y generan mayores ingresos para hoteles y restaurantes.