ÉPOCA DE TAZONES

Se aproxima el final del 2015, y con ello viene también una época interesante para los fanáticos del deporte; los tazones colegiales. Durante 15 días, empezando el 19 de diciembre con el New Mexico Bowl, se jugarán un total de 50 tazones, terminando con el Cactus Bowl en Arizona el 2 de enero. El lunes 11 es el partido de campeonato, donde se enfrentarán los ganadores del Orange y Cotton Bowl. Será difícil prender el televisor y no encontrar un partido qué ver.

Muchos disfrutamos de esta tradición por el hecho de ver jugar a futuros profesionales de la NFL antes de convertirse en estrellas y todo lo que ello conlleva. Para algunos, y me incluyo, el fútbol americano colegial brinda una versión mucho más pura del deporte, libre de los festejos y espacios publicitarios excesivos (aunque no está exento de ello).

La añeja tradición de los tazones colegiales comenzó “sin querer” en 1902 en Pasadena, California, donde el partido entre Michigan y Stanford era la atracción central en el desfile de las rosas. En 1923, el partido se realizó por primera vez en un nuevo y gigantesco estadio llamado el Rose Bowl. En los años siguientes, surgieron nuevos tazones en diferentes ubicaciones de los Estados Unidos, incluyendo el Tazón del Azúcar en Nueva Orleans y el del Algodón en Dallas. Dato curioso: en 1937 se realizó el Tazón Bacardí en la Havana, Cuba, donde se enfrentaron las universidades de Auburn y Villanova.

Hablemos un poco de lo que estos juegos, aunque de nivel amateur, generan en términos monetarios. Los equipos y conferencias participantes en los tazones reciben un pago que va desde unos cuantos cientos de miles de dólares hasta más de 20 millones para los dos equipos que logren llegar al partido de campeonato. Sin embargo, esta no es la única fuente de ingresos para los equipos. De acuerdo a estudios de Forbes, los programas deportivos universitarios líderes en Estados Unidos pueden generar cerca de $200 millones de dólares en ingresos. Los mismos estudios indican que cada victoria representa entre $1-$3 millones de dólares adicionales en ingresos.

Sin duda estamos hablando de una industria multi-millonaria, que, a pesar de que se ha estancado desde la crisis del 2008, sigue generando una derrama económica importante. Por ejemplo, la última edición del Alamo Bowl en San Antonio, Texas (el cual para este año está catalogado como el #5 por ESPN) generó una derrama de $45.9 millones de dólares. El potencial comercializable es también notorio: ESPN paga $470 millones de dólares anuales por los derechos de transmisión.

El deporte colegial es un gran negocio para la mayoría de los involucrados, con la excepción de sus participantes más importantes; los jugadores. Pero ese será tema para otro día.

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