Encuentro con un artista, detrás del pincel

Esta es la historia de Luis Rodrigo Medina, pintor y escultor que, capturado por una gran pasión, ha demostrado que el quehacer de un artista requiere de mucha disciplina, entrega y trabajo.

Luis Rodrigo Medina nos recibe una mañana fría de mediados de enero. Al entrar a la casa, rodeada por enredaderas, es imposible ignorar la hermosa luz blanca que entra por sus ventanas. La casa está cuidadosamente decorada con cuadros y objetos, y en el espacio en el que pertenecería una sala comedor, habita una batería y un taller de pintura con largos lienzos extendidos en el piso.

Nació entre exposiciones, montajes de teatro y noches bohemias; “mi padre es pintor y mi madre actriz, no pensé seriamente dedicarme al arte hasta el momento en que tomé una pausa antes de la universidad”. Al terminar la preparatoria, Luis Rodrigo hizo un viaje por Europa y aunque no existe una fecha precisa en la que decidió adentrarse al arte, este viaje fue decisivo: “Primero pensé en dedicarme a los negocios y después a la arquitectura, pero durante ese viaje pasaron muchas cosas, desde pasar hambre hasta alimentarme con obras que conocía sólo de libros, paisajes, personas y ángulos de mí que no conocía”.
La trayectoria de un artista puede ser fugaz, efímera o contundente; Luis Rodrigo inició trabajando desde México para dos galeristas, uno en España y otro en Alemania. A los pocos meses aplicó a una beca para irse a estudiar a París; “Intenté en todas las disciplinas y a última hora metí un grabado, que terminé a las 4 de la mañana. El día de la premiación me dieron la beca por esa pieza, fue una sorpresa y de alguna forma un chiste, pues era la disciplina en la que menos experiencia tenía”.

Luis Rodrigo llegó a los 25 años a estudiar grabado a una escuela de París y posteriormente dibujo en la Escuela Nacional de Francia. Vivir en París le posibilitó seguir trabajando con las galerías de España y Francia, así como tener contacto con obras que hasta ese momento solo había visto en libros; “el acceso diario a los máximos exponentes de la pintura, la cercanía y contacto con artistas y actores te mueve, pero también me hizo revalorar Guadalajara, pues tiene esa efervescencia que Francia no. México se siente vivo”. Entre los países en que el artista ha expuesto se encuentran Francia, España, Alemania, Turquía, Italia, Brasil, Argentina, República Checa, Austria,  Eslovenia, Japón, Corea del Sur, Rumania, E.E.U.U.

El proceso de consolidación de un artista es un camino continuo. “Lucho todo el tiempo para consolidarme, es una condición que se renueva día a día. A lo mejor esa certeza me llegará minutos antes de morir, pero son justo esas ganas lo que nos tiene en este juego. Puede ser fácil perder el gusto, el ritmo y aunque no lo parezca puede ser estresante, pues a veces aunque trabajes mucho o tienes obras que entregar el resultado tarda en llegar”. La inspiración es el alma y parte fundamental en el trabajo del artista. Para Luis Rodrigo, “hay una gama amplísima: literatura, la música de José Alfredo Jiménez, una fiesta, los viajes, cine, la luz, las pequeñas cosas… hay detonantes que no te imaginas. A veces cuesta trabajo preparar una tela, otras empiezas con una idea preconcebida y ella solita se va armando”.

El vivir entre Guadalajara y París es parte importante para el trabajo de Luis Rodrigo: “Valoro muchas cosas de México, lo que pasa a nivel político es muy triste, pero por otro lado tenemos valor humano y pasan cosas muy interesantes en la ciudad. Hubo un momento en el que yo no veía mi regreso a Guadalajara y ahora ya no me quiero despegar”. Es fácil dejarse envolver en la idea romántica de la vida de un artista y olvidar lo retador que puede ser esta profesión: las horas de trabajo sin fruto y las exigencias que tiene un creador frente a su propia obra pueden ser agotadoras, pero incluso en ellas, encuentran la motivación para seguir luchando por esta consolidación. “Lo que más disfruto es sentir que puedo materializar o traducir sensaciones, ideas o imágenes que no me pertenecen del todo, que se escapan a mi entendimiento y en el mejor de los casos, son mucho más grandes que yo. Poder lanzarme al vacío sobre esas sensaciones que al comienzo son abstractas y ver cómo se van aclarando y aterrizan”.

 

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