No cabe duda que la globalización es una realidad que nos ha dejado huella, y si pensamos en las consecuencias negativas de este fenómeno, un ejemplo inmejorable lo encontramos en el 2008, cuando la recesión económica fue todo un acontecimiento que surgió en los Estados Unidos y se extendió al resto del Mundo.
Mucho se ha escrito sobre las causas que desencadenó la mayor crisis registrada tras la Segunda Guerra Mundial; la contracción del crédito, la burbuja inmobiliaria, las subprimes o los activos tóxicos fueron algunas de las razones por las que los bancos de inversiones como Lehman Brothers o el Bear Stearns fueron a la quiebra.
Finalmente JP Morgan Chase compró a este último banco por solamente un 1% del valor que tenía un año antes de su quiebra.
Hoy las empresas están en permanente proceso de innovación, no hay tiempo que perder.
Se ajustan los productos y servicios a la demanda de los clientes personalizando e individualizando incluso a las necesidades del consumidor.
Este proceso se ha convertido en una cuestión prioritaria para las empresas emergentes de nueva creación y las llamadas Startups.
Si hay algo que debemos destacar en el mundo de la empresa como la principal razón de una economía global, tenemos que referirnos a internet y al desarrollo de la telefonía móvil.
La actividad humana se acelera, nuestros abuelos y padres no pensaban del futuro lo mismo que pensamos nosotros o nuestros hijos.
El contacto entre personas por todo el mundo es cada vez más habitual, frecuente o cotidiano; definitivamente ya formamos parte de una única comunidad mundial.
El mundo ya es global: las políticas de los países se hacen más dependientes los unos con los otros, las sociedades se contagian de hábitos y costumbres, la cultura se exporta de un lugar a otro y la economía decide el lugar que ocupa cada una de las naciones competidoras que pugnan por los mismos recursos.
Lejos de suponer que es un indicio o señal de algo podemos afirmar que es una nueva forma de vida propia de la cultura del ser humano.