DOS DÍAS PARA GENERAR MODELOS DE NEGOCIOS

Asistí esta semana pasada a un entrenamiento muy singular en Londres. El aula estaba llena de adultos entre 38 a 60 años… Todos con saco, jeans y tenis… No vi ninguna corbata o zapatos de tacón, y todos con back pack.

El ambiente era relajado, con mesas redondas para 4 personas. Era un garaje y, en la entrada, unas banderas de colores te daban la bienvenida. Un carrito de café latte te recibía junto a 3 jóvenes mujeres sonrientes.

Ya adentro todo era bullicio: tenías que buscar un lugar donde estar y la mochila que casi todos traíamos acomodarla bajo la silla o la mesa, éstas eran bastante pequeñas y solo cabía el cuaderno, los plumones de colores y las etiquetas que nos habían proporcionado a cada uno. 

Había llegado desde Estocolmo a uno de los entrenamientos en Modelos de Negocios más caros que he tomado en mi vida. ¿Estaría en el lugar adecuado?

Todo era risas y conocer a los compañeros de la mesa que, llegado el momento, dejaría para ir a conocer a otros a otras mesas y así cada 2 horas se repetiría hasta haber conocido a casi todos los mas de 200 asistentes que este año habíamos viajado de diversas partes del mundo para que, de la mente del gurú y en vivo, aprendiéramos la técnica más novedosa y usada para resolver problemas en la instalación o creación de modelos de negocios.

Y la sesión empezó. Él no se presentó, ya todos lo conocíamos y ya nos habían dado tiempo de por lo menos conocer a los de la mesa en ese momento. Nos dejó la primera tarea, el famoso reto del bombón y mi mente se empezó a preguntar: ¿vamos a jugar con bombones y espaguetis? Miré a mis compañeros de mesa, nadie se opuso, al contrario: con grandes sonrisas, nos pusimos manos a la obra y empezamos a experimentar.

Experimentar en la creación de Modelos de Negocios tiene que ver con la oportunidad de crear diversos escenarios desde diferentes ópticas o puntos de vista; también, significa trabajar por medio de la colaboración con una idea que la mayor parte de las veces no me pertenece y que casi siempre pertenece a la destrucción de una idea, pero refinada por todo el grupo. 

Hoy en día, ya no se trabaja en equipo: nadie asigna roles o tareas, más bien cada quien toma la parte del proceso que más le gusta y justo experimenta: prueba si se siente bien, si es capaz de dar resultado, y pone manos a la obra buscando correspondencia con el grupo.

Experimentar tiene que ver también con dejar de tener miedo a equivocarse; me parece que está más bien implícito el equivocarse y ayudar a que otros se equivoquen también. Atrás queda entonces la época en que había un pensador jerárquico o líder que dirigía el hacer y que etiquetaba a quiénes debían de hacer y explicaba bajo su óptica como se debía de resolver.

Me dio gusto ver que, a pesar de ser 4 directores generales de diversas empresas, nadie peleaba por llevar al grupo o por liderar la actividad. Éramos 4 niños jugando a hacer torres de bombones vestidos de jeans y tenis riendo todo el tiempo, ya que no lográbamos que se mantuviera en pie… Así que decidimos que lo mejor era destruir de todo y empezar de nuevo.

De los primeros 8 minutos, tuvimos el primer descubrimiento y aprendizaje, entonces decidimos dibujar lo que queríamos lograr; fue un momento muy interesante, ya que cada uno fue libre de expresar lo que pensaba iba a funcionar.

Después de haber escuchado a todos coincidimos en hacer un solo dibujo con lo mejor de cada idea y como dicen en Design Thinking: ¡TAA DAAA! Salió nuestra primer gran idea y pusimos de nuevo manos a la obra. A nadie le molestó destruir y romper sus ideas para compartir y trabajar con una idea conjunta final.

Cada uno tomó una parte del proceso y contribuimos a la idea general. En muy poco tiempo, la torre tomó forma y nos dimos la oportunidad de pivotear (es decir de quitar y poner), de destruir y crear, de probar y fallar, de compartir y coincidir, de fallar y volver a fallar.

Los últimos minutos del ejercicio la pasamos pegando y acomodando pedazos de espagueti para poder hacer la torre más y más alta, usando el mismo material con que habíamos empezado.

Habíamos construido más que una torre: habíamos trabajado colaborando entre todos, destruido varias veces, fallado bastante más, aprendido a través del error, jugado en igualdad de condiciones, trabajado contra reloj; aprendido a escuchar al otro, a no sentir temor de equivocarnos, poner reglas, roles y, finalmente, habíamos logrado el objetivo.

Cuando fallar no es una opción y se convierte en la parte fundamental del proceso, se empieza a trabajar con una nueva forma de colaborar, se cambia el paradigma y se establece una cultura laboral impulsada por la creatividad y oportunidad de resolver los problemas desde el error.

Y todo esto: experimentar; aprender de los errores, pivotear y fallar rápido; son las bases para generar un único, fuerte y estratégico modelo de negocios que hará la diferencia en transcender o morir en los escenarios de los próximos 20 años. 

Carolina Salazar 

Business Disruptive Innovator 

Design Thinking Institute 

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