Andy Warhol, el arte enlatado

Lleno de inseguridades, disléxico, antisocial, homosexual y con miedo al contacto humano, logró convertirse en el más famoso artista de la segunda mitad del siglo pasado.

Llegó a Nueva York de un pueblo en medio de la nada de Pittsburg para trabajar durante varios años como ilustrador comercial para revistas y marcas de moda. Su original y libre técnica encantaba al público, pero el joven ilustrador anhelaba la fama, el estrellato y tener mucho dinero, ¡y vaya que lo logró! En medio del movimiento Pop de la década de los sesentas, los galeristas lo ignoraban, lo consideraban un ilustrador comercial y no un artista visual. En el arte, había una frontera entre lo comercial y lo artístico, lo comercial estaba exclusivamente hecho para vender, para complacer a un cliente y el arte por otro lado, tenía la tarea de despertar un sentimiento o una emoción.

Fue hasta 1962 cuando un galerista de Hollywood se arriesgó y lo expuso. Las 32 latas Campbell´s causaron un shock inmediato en el mundo del arte, el artista rompió aquella frontera y logró transmitir mediante un lienzo la cultura americana con un objeto tan común como la enlatada sopa. Dicen los de aquella época que fue muy diferente el pre y post Andy Warhol; ir a un supermercado era como ir a un museo, todo era arte, una caja de jabones, la botella de Coca Cola, ¡hasta la basura! Claro que con las drogas psicotrópicas de aquella época estoy seguro que ayudaron a hacer la ilusión de que el arte en realidad era bueno, pero la rebeldía hacia de lo convencional el parteaguas de la época. De ahí, serigrafías (impresiones a través de una tela de seda) de retratos y plasmar la interesante década de los sesentas inyectándole toda una gama de color.

Su estudio “The Factory” fue precisamente eso, una fábrica para crear arte en masa con una técnica sencilla y rápida. La fama y la fiesta llegó. Andy perdió los pies de la tierra y se convirtió en un dios maquiavélico para artistas aspirantes, drogadictos y gente autodestructiva que el artista usaba para entretenerse; uno de sus juguetes humanos (perdido en drogas) cayó por la ventana bailando, a lo que Andy comentó: “qué lástima que no lo grabamos”. Así lo entretuvieron durante aquellos años hasta que la realidad en 1968 llegó con varios disparos a su pecho por una escritora feminista, parte de su grupo de gente radical.

La fiesta y las drogas terminaron, regresó al trabajo y a la realidad; su vida personal se tornó más seria y su trabajo, aunque aún lleno de color,  más formal. Un equipo de graduados universitarios le dieron equilibrio a su carrera como artista después de esa llamada de atención por parte del cosmos.

¿Es bueno su arte?, creo que es como preguntarle a un chef: ¿es buena una sopa enlatada Campbells? Vi una exposición bastante completa  en el Grand Palais de París en el 2009 y le di una probada a aquella sopa de Andy. Claro que no es la mejor sopa, pero es la sopa que frecuentemente me da mi mamá, que vivió su juventud en aquella época sesentera y, eso hace el arte de Andy: nos lleva a una época de rebeldía, amor libre, música, viajes a la luna, jets y una explosión de color que sólo podemos contribuir al bautizo que le dio el gran artista, Andy Warhol.

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