ACTOR VERDADERO: AMANTE DE LOS BUENOS MOMENTOS

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Empezando esta nueva sección he optado por no comenzar a implementar términos extraños teóricos y más bien abrir un portal directo desde mi alma a lo que más amo en este mundo que sencillamente es LA ACTUACIÓN. Poca gente comprende lo difícil que es esta profesión. Muchos se quedan con la idea de las grandes estrellas del cine que las vemos como personas exitosas, -que realmente lo son- que han llegado a su fama por un lindo físico o el dinero que sus padres les han heredado para lograr su cometido.

No negaré que con varias de estas “estrellas” esa es la situación, sin embargo, hay algo más allá que ningún físico, ni ninguna cantidad millonaria puede comprar o asignar. Eso mágico y sin comparación, humano e instintivo, es el verdadero don que el actor debe desarrollar durante toda su vida: el aquí y ahora. Este gran descubrimiento ancestral tuvo nombre gracias a un gran teórico de finales del siglo XIX, su nombre es Constantin Stanislavski y sin duda, cualquier persona que haya leído un poco sobre actuación, sabrá que este hombre es una figura reconocida que revolucionó la idea de la actuación.

Pero, ¿a qué se refiere el estar en el aquí y ahora? Es ahí donde el verdadero trabajo de años de estudio hace su aparición. Mi hermano, una vez, me decía que actuar es muy fácil: te aprendes un texto, te quitas el miedo a hablar en público, y le pones las emociones que necesite el texto y… ¡Listo! Sí, una fórmula muy ilusoria. Yo le respondí: Bueno, ¿y qué harías si tienes 6 funciones al día y tienes que tener la misma emoción siempre? Y ya no supo contestar. Justo es ahí donde el aquí y ahora adquiere otra fuerza.

El actor verdadero, que ha estudiado años, no sólo debe volverse un CPU almacenando archivos casi al instante cuando le dan cada texto; un actor verdadero debe comprender por qué cada letra, punto, coma, exclamación, están en ese texto y CREAR un personaje a partir de lo que el dramaturgo plantea.

Un actor verdadero tampoco dedica años de su vida a las clases de danza y expresión corporal para verse “bien”; un actor verdadero aplica los conocimientos que tiene sobre su propio cuerpo para conjugar la estética que el director pide en el trazo y la vida ordinaria, todo de acuerdo a lo que ya comprendió de su personaje; y claro, lo más importante, el actor no sólo “pone las emociones necesarias para el personaje”, si no que las CREE y para esto, es imprescindible que el actor sepa vivir en el aquí y ahora, que cada situación que vive su personaje sea la primera vez que sucede, que el espacio que habita, los personajes con los que se encuentra sean la primera vez que tienen cierta conversación.

Y no se trata de deschavetarse inventando cosas extrañas que te lleven a la locura. Eso tiene que ver con algo más humano, eso tiene que ver con: su capacidad de disfrutar el momento y vivirlo como si fuera la primera vez. Una ilusión que muchas personas, en diversos caminos espirituales han buscado y poca gente lo ha logrado. Es casi el principio del proceso de iluminación de todos los grandes profetas y el actor verdadero estudia y vive para cumplir ese propósito, y aunque ha habido grandes teóricos después de Stanislavski, ninguno ha podido quitarle al actor esa capacidad inherente de ser un “amante de los buenos momentos”.

Articulo por: Karla Soto