Por Julio Orozco y Cristina Randall de Conekta, empresa fintech para procesa pagos en línea.
México tendrá la única Ley Fintech a nivel mundial. Lo sabemos, suena muy arriesgado hacer una aseveración tan drástica cuando hablamos de uno de los países con índices altos de corrupción, economía informal y falta de confianza en las instituciones financieras. Pero es una realidad.
De acuerdo a un estudio de Deloitte de 2017, sólo seis entornos fintech cuentan con sandboxes regulatorios formales: Holanda, Abu Dabi, Canadá, Reino Unido, Malasia y Australia. Por eso es tan importante la Ley Fintech en México, pues nos pone al frente del entorno global, seremos punta de lanza en Latinoamérica y nos posicionaremos como una región con gran potencial para desarrollar la economía digital, aún en crecimiento.
Este nuevo marco regulatorio permitirá que los emprendedores tengan oportunidades reales de crecimiento y financiamiento. Al dejar de depender de los bancos y financieras, el emprendedor tendrá servicios y productos que lo ayuden a posicionarse en el mercado global.
La Ley Fintech permitirá tener una mayor diversidad en cuanto a servicios financieros. La tecnología ayudará a incluir a la población que no se encuentra dentro del sistema bancario actual y permitirá innovar y construir nuevas formas de cuidar a los clientes.
También obligará a las instituciones y empresas a tener mejores controles de calidad, a tener procesos más eficientes y a crear escenarios donde los clientes no se tengan que preocupar jamás por la seguridad de sus finanzas.
Para las empresas Fintech en México es primordial contar con un marco legal que les permita crecer y sentar las bases de una competencia justa que se tome con mayor seriedad en un entorno totalmente cambiante.
Este nuevo escenario sólo nos hace soñar en los grandes pasos que podemos dar como emprendedores: crear servicios y productos que faciliten la vida de las personas que no pueden acudir a una sucursal, como los clientes de la tercera edad o con una discapacidad, que todos tengan la posibilidad de realizar transacciones sin tener que desplazarse. O incluso que los jóvenes tengan acceso a una tarjeta de crédito, aunque no tengan historial crediticio.