Seguramente has escuchado que dejar de comer o brincarte el desayuno es malo. Sin embargo, como muchas cosas, resulta que la verdad no necesariamente se encuentra en lo que la mayoría de las personas cree o, en este caso, lo que nos ha inculcado la nutrición y medicina tradicional.
Por años nos han enseñado que el desayuno es la comida más importante del día, pero ¿nos hemos preguntado por qué y de dónde viene esa creencia? En teoría, surge de la idea de que hay que cargar al cuerpo con alimentos para poder pensar correctamente. ¿Y si te dijera que además de los alimentos, el cuerpo tiene una fuente de energía alternativa que incluso permite que te desempeñes mejor, pienses mejor, tengas claridad mental y seas más productivo?
El cuerpo puede obtener energía de dos fuentes: alimentos y grasa. Sin embargo, para empezar a quemarla y usarla como combustible alternativo, el organismo tiene que agotar toda la energía disponible de los alimentos y esto no ocurre si le metemos comida cinco veces al día. Nos han dicho que cuando dejamos de comer el cuerpo entra en un estado de estrés y quema músculo o empieza a autodestruirse, pero ¿qué hay de la gente con excesivo sobrepeso que ha durado 365 días tomando agua y no murió ni su cuerpo se autodestruyó?
¿Cómo se refleja esto en un día de trabajo?
Hace cinco años inicié una empresa que busca crear un mundo mejor al lograr que más gente coma alimentos de verdad. No tenía experiencia en la industria, por lo que decidí hacer de todo para aprender; sacaba cajas de las bodegas, acomodaba el producto, llevaba las compras, daba degustaciones, etcétera. Cinco años después, mis actividades han cambiado, pero la constante es que el tiempo se vuelve más escaso. Es aquí donde “ayunar” o “dejar de comer” ha cobrado relevancia en mi vida como emprendedor, pues me ha traído demasiados beneficios. Consiste en comer cada 16 a 24 horas, intencionalmente provoco que mi cuerpo funcione con grasa como combustible.
Hago esto de una a dos veces por semana y lo he prolongado por periodos de 10 días cuando la carga de trabajo es demasiada. Normalmente ingiero una comida a las 6 p.m., tomo agua el resto del día y vuelvo a comer al día siguiente hasta las 6 p.m. Durante este lapso realizo mis actividades normales: corro 45 minutos, hago algo de pesas y yoga. Mi cuerpo quema células de grasa y, al no gastarse energía en la digestión, no me siento cansado, tengo claridad mental, pienso de manera más ágil y mi organismo se desintoxica, pues las toxinas se acumulan en la grasa. Además, invierto el tiempo que me tomaría preparar mis alimentos y trasladarme a casa para comer en cumplir mis objetivos. Esto puede sonar raro porque es contrario a lo que estamos acostumbrados, sin embargo, es sorprendente ver que las poblaciones más longevas y sanas del planeta llevan a cabo esta práctica consistentemente.
POR EDGAR SOTO