El ecosistema emprendedor en el que vivimos es cada vez más favorable, ahora se cuenta con capacitaciones, incubadoras, capitalización más accesible, segmentaciones más efectivas por medio de redes, etcétera.
Pero, ¿por qué continúa esta tasa que nos alarma donde el 75 por ciento de las empresas no sobreviven al segundo año de haber iniciado? De alguna forma, el pensamiento positivo nos ha jugado en contra, hemos cerrado los oídos a escuchar a la persona “negativa” que nos dice por qué nuestro negocio no va a funcionar. Lo que deberíamos hacer es escuchar las diferentes ópticas y ver cómo mitigar o disminuir los riesgos del fracaso en un emprendimiento.
Debemos fomentar un análisis crítico en los niños desde temprana edad y no sólo la parte en la que se descalifica algo, esto con la finalidad de encontrar la fórmula para mejorarlo. Esta manera de pensar es la que ha revolucionado las tecnologías, las empresas, los procesos de producción, etcétera. Hay que entender que tener un enfoque crítico como proceso formativo nos lleva a la evolución.
Si tu hijo te platica que algo se le rompió, que tuvo una discusión con alguien o que reprobó una materia, aprovecha esta oportunidad para desarrollar su capacidad de reflexión sobre lo que se pudo hacer para evitar dicha situación. ¿Qué puede hacer mejor la próxima vez para que no vuelva a ocurrir? ¿Qué acciones lo llevaron a ese punto?
De esta forma, ayudarás a que el niño desarrolle la capacidad de discernir, siendo ésta una de las principales herramientas para asegurar su toma de decisiones asertiva tanto en su vida personal como en la de negocios.
POR: NATALIA GÓMEZ. Directora de Money Teens
